No es fácil la ilustración en el cine –esto es, la ilustración contemplada como sucesión de imágenes tomadas de un dibujo. Ilustra cada página, que es cada imagen en la pantalla. Es una operación que requiere una sofisticada conjugación de guion, perspectiva y lo que el cineasta Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) definió como la esencia del cine: «la mirada del director». Y esa mirada, que en la cámara de cualquier filme es decisión del director, aquí se traslada a la imaginación del ilustrador.
Pablo Auladell (Alicante, 1972) ha ilustrado dos cortometrajes excepcionales de Gonzalo Suárez: El sueño de Malinche (2019) y Alas de tiniebla (2021), ambas obras de una complejidad plástica soberana. Además, se ha atrevido con la ilustración de una película que durante un tiempo fue considerada el mejor filme de todos los tiempos, El acorazado Potemkin (Serguéi Eisenstein,1926). Tradición y vanguardia; o mejor, historia y contemporaneidad.
Suárez ha sustentado su extraordinaria filmografía en dos ejes vertebrales: el guion literario –es decir, la calidad de sus diálogos y parlamentos– y el atrevimiento de su mirada desde la cámara. En El sueño de Malinche traslada la acción al encuentro, marcado para la Historia, entre Hernán Cortés y Moctezuma, con la intermediación, en calidad de traductora, de ‘doña Malina’, Malinche. El tratamiento de las imágenes requería una atmósfera plagada de complejidades: es el encuentro o enfrentamiento entre dos mundos. Dos cosmovisiones apenas sospechadas, frente a frente.
Auladell lo resuelve de manera magistral, proponiendo un clima plástico alejado del blanco y el negro, de esos mundos opuestos, para transmitir, de acuerdo con el guion de Suárez, los diversos tonos de claroscuros que provoquen en el espectador esa inquietud surgida del encuentro varado en el mutuo desconocimiento, en la profunda dificultad de la comunicación cuando los lenguajes y los códigos son condenadamente distantes y distintos.
He ahí el valor del ilustrador, he ahí cómo el ilustrador construye la imagen que quedará en la retina del espectador y cumple, de manera ejemplar, con lo indicado y propuesto en el guion. Quedan los ecos del náhualt en el que Malinche se entiende con Moctezuma (y que traduce del español), y quedan los susurros de Cortés a Malinche para que explique a Moctezuma el propósito y fin de su misión. Todo ello había que convertirlo en imágenes, en ilustraciones, con diversas y fascinantes tomas –es decir, planos y perspectivas–, resuelto por parte de Auladell de manera brillante.
Tras esa primera colaboración con Gonzalo Suárez, saldada con enorme éxito y acogida fervorosa por parte de la crítica más exigente –ya fuera desde el plano histórico, siempre conflictivo, como desde el estético, la genial adaptación en ilustraciones de Auladell–, cineasta y artista se animaron con un segundo proyecto, Alas de tiniebla. Esta vez el guion se basaba en un cuento de la hija del cineasta, Anne Hélène Suárez, inspirado a su vez en un antiquísima leyenda china sobre los seres, si no invisibles, sí espectros o sombras, que pueblan el cielo y el espacio de las noches. Según esta, las tinieblas albergan infinitos seres voladores que marcan la línea de frontera entre la noche y el día. Perdidos entre las penumbras, son esas visiones que habitan entre el sueño y la vigilia.
La leyenda del arquero Yi, retomada por Anne-Hélène de una manera exquisita, impone a Auladell un ejercicio de búsqueda de imágenes que vagan entre los huecos de las sombras, que hablan sin nada decir, que vuelan en los sueños y son emisarias de un ancestral
duelo entre la noche y el día, entre la luz y la claridad, entre el bien y el mal, con una estela ambigua de sensaciones y desvelos. Auladell dota al dibujo de un trazo tan singular como inquietante. La clave de la ilustración es convertir la palabra en imagen, desvelar el perfil de la pantalla en la página en blanco.
Estas dos obras audiovisuales se pueden encontrar en Platino Educa con sus correspondientes guías didácticas, que las convierten en herramienta e instrumento de educación audiovisual, desgranando para uso del profesorado los aspectos determinantes de ambos cortometrajes.
Y es que todos los ámbitos son susceptibles de aprendizaje: dirección, guion, interpretación (en ambos casos, magníficas las voces en off), imágenes, secuencias, narrativa, sentido, sensibilidad, intenciones, propuestas para ser analizadas por el docente junto a sus alumnos… Materias de observación, estudio y discusión. Es un salto no solo para dignificar el cine en todos sus géneros y variantes, en toda su diversidad estética, sino también para instalar la creación cinematográfica en el lugar educativo que le corresponde: como eje de la formación tras más de un siglo de existencia, en lo que ha sido y es la creación de un imaginario colectivo que ostenta una profunda influencia en el ser y estar de los ciudadanos.
Películas mencionadas